A mi Luna

Madrugada. Susurros de Luna me despiertan. Lucho, vivo, busco, aprendo, doy, lloro, rio, miro… amo… siento… juego… sueño. Y así pasan las horas intensas y fugaces, sin pausa… No permito permanecer mucho tiempo a la tristeza, que viene a visitarme cada tanto… A veces la escucho y se va..; en otras ocasiones, directamente paso de ella, no le hago caso… Le permito unas lágrimas y ya está. Todo pasa… Mi pequeña Luna me hace olvidar.., compartir sonrisas en silencio, intercambiar miradas de complicidad, gestos de pacto… Como la paroxetina a la depresión, su balbuceo y su llanto incomprendido, sus alegres movimientos de brazos y piernas, su abrir y cerrar de ojos son píldoras para mi espíritu. Durante mis momentos de sola soledad pensé en esas palabras MADRE-HIJA. Ser madre es… tener el corazón embobado de una hijita que hace sentirte tan importante… Arroyos de calidez, dulzura y amor, ríos de sentimientos que entregan tu alma en cada beso, en cada abrazo, en cada lágrima… Ser madre es multiplicarse en muchos corazones porque cada momento es diferente… Amar los pequeños y grandes logros… Es saber corregir a tiempo… Es descifrar ese llanto que se cuela hasta mi alma con desespero… Entregar sin esperar nada a cambio… Regalar pensando tan sólo en ella… Es desprenderse de nuestros propios intereses y centrarnos en lo que le puede hacer feliz… Somos instrumentos de amor, notas musicales que bailan al compás marcado por el impulso de la vida…

Yo pienso, yo siento, yo existo...

Leí este artículo y me gustó para colgarlo aquí:

(Texto que será radiado el 1-7-10 en la voz de Carolina Blay).
"¿Quién soy yo?".

El camino para descubrir quién soy yo pasa por el planteamiento sincero de la pregunta, mediante una actitud investigadora, de querer ver, de querer descubrir quién soy (...).

Esto sólo puede practicarse correctamente cuando existe una urgente demanda interna, y ésta sólo existe cuando uno ve que no tiene sentido vivir constantemente en el error. Pues si yo estoy viviendo sobre una base errónea, todas mis acciones, todas mis valoraciones, participarán de este carácter erróneo básico. Yo solamente podré adquirir, o recuperar, la objetividad cuando deje de estar subjetivamente equivocado.

Descubrir esa identidad exige que la persona se lo proponga, se lo proponga como lo más importante de su vida; exige que uno se plantee constantemente que quiere decir cuando digo Yo.

Para descubrir la propia verdad, la propia identidad, uno ha de obligarse a vivir cada instante con una conciencia más clara, más exigente, de sí mismo. Si yo soy quien está viviendo cada situación, yo he de exigirme ser consciente, no sólo de la situación, sino del yo que la está viviendo.

He de obligarme a ampliar la conciencia que tengo de mí y de las cosas que estoy viviendo para que no viva sólo las cosas en su proceso (...), sino que pueda estar atento al yo que es el denominador común de todos mis actos. Mi conciencia suele vivir sólo la mitad externa de mi experiencia y deja de vivir la parte interna, está cerrada al extremo interno de la experiencia.

Hay que estar atento a la noción que uno tiene de sí mismo como sujeto mientras está viviendo cada cosa: “yo y lo que hablo”, “yo y lo que hago” (...). Siempre es un yo, siempre hay alguien que está haciendo (lo que sea). Se debe estar consciente de toda experiencia y del yo que es el protagonista de esta experiencia.

Aprender a vivir estando atentos a esta Identidad es de unos efectos extraordinarios; y aprender a vivir dándome cuenta que soy Yo que veo, Yo que siento, Yo que Soy. Siempre estamos mirando el objeto, pero nunca miramos al sujeto.

Realizarse exige que yo aprenda a dirigir mi atención y mi interés constante hacia el sujeto, con el deseo, con la absoluta necesidad de llegar a descubrir “Quién Soy Yo”, qué es ese Yo que piensa, que siente, que es.

Cuando yo voy tomando conciencia de mi en relación con cada cosa que vivo, estoy quitando la identificación que había allí.


No suenan canciones en la montaña

Soledad y silencio. El binomio de la montaña. Ayer estuve en una conferencia de Sebastián Álvaro, periodista, aventurero y creador de "Al filo de lo imposible" y me llevé dos cajas cargadas para mi casa de adrenalina con olor a montaña. La vida es un reto permanente y hay que atreverse a fracasar, es una oportunidad. Y así piensan esos locos que suben por las laderas de las montañas jugándose la vida. El alpinista sale hacia la vía que sueña, y va atado con la cuerda a un compañero. Solos y en silencio. No suenan canciones en la montaña.

Confianza se escribe con C de tierna y dulce compañía


Esta semana que acaba de expirar ha sido dura, laboral y personalmente. Anoche, mientras me preparaba la cena, comprendí lo importante que es tener una persona, a tu lado, en la que confiar. Confiar es una palabra que tiene un sonido que sabe a silencio, con un imán de ternura y dulce compañía placentera. Es cerrar los ojos y olvidar quien eres para entregar tus palabras a un túnel que siempre encontrará la luz. Es esa confianza-compañía que te trae a la memoría el alborozo de aquella "niña" cuando juega en la calle de mi más profunda y siempre presente infancia. La escuché reir y excitada mientras chapoteaba en los charcos que deja el temporal de Levante en la playa de mis sueños, "El Lancón". O cuando discutía por el balón en el campo de juego, entre risas. Escuchar esto lo reaprendí-resaboreé, hace varios años, en tres días concretos, las tengo grabadas en mi aún joven baúl: una mañana de un octubre de 1991, una noche de octubre de 2006 y el amanecer de 10 de julio de 2008. En esos momentos se me abrieron los ojos y las orejas a las emociones pequeñas, ingrávidas, momentáneas. Aquellas por la que siempre vives. Las noches son más buenas noches cuando una sabe que cerca hay esa compañía limpia, que huele a jabón y a colonia "nenuco", leyendo un cuento en su cama. Y sonrío mejor, duermo en paz. En cada mirada, una complicidad. En cada suspiro, una ayuda sin ticket de retorno. En cada tristeza, un lo vamos a arreglar. En cada duda, una respuesta. En cada sonrisa, un sorbo de un millón de gracias. En cada abrazo, un siempre estaré aquí. Volver para volver. Y me vuelvo a rendir.