El sudoku del mar


¿Qué es el atardecer? Le intenté explicar a mi Lunita (2 añitos). Ella orgullosa se quedó con "el sol se fue a dormir con el mar. Se escondió en el agua". Y sí el mar se lo tragó entre un concierto de olas que se abrazan para nunca morir. El mar es aquella frontera que sólo existe para los más atrevidos, un espejo difícil de conquistar, un anticuario de recuerdos en la que los peces cantan sus mejores letras de felicidad, el infinito de nuestros sueños. Gaviota, ¿cuéntame que esconde el mar, tú que logras hacer sudokus para olvidar su inmesidad y te columpias en sus olas?... Gaviota vuelve a volar. El mar se bate sobre las rocas, chasquea vida guardando miles de anhelos de sueños truncados y rotos. Menos mal que existes para poder hablarte. Tu bramido me acompaña, tu espuma saborea besos y encaja abrazos...
Y así te dejo. Tú que lo sabes todo del amor, así te sueño. Así te encuentro. Así te acompaño. Así me dejas. De aquel beso que me diste en la niñez. Así te quiero. Azul.

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"Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida, esos son los imprescindibles" (Bertolt Brecht) El AMOR es algo así. Hay que abonarlo. Hay que abrazarlo. Paseando de noche te ofrece su mano. Y él lo sabe. Y ahora yo lo sé. Te miro desde lejos y te susurro despacio, y te dice TE AMO. Es así.
Porque sueño yo no lo estoy. Porque sueño, sueño. Porque me abandono por las noches a mis sueños antes de que me deje el día. Porque no amo. Porque me asusta amar. Ya no sueño. Ya no sueño..."... A ti la dama, la audaz melancolía, que con grito solitario hiendes mis carnes ofreciéndolas al tedio. Tú que atormentas mis noches cuando no sé que camino de mi vida tomar... te he pagado cien veces mi deuda. De las brasas del ensueño sólo me quedan las cenizas de la mentira, que tú misma, me habías obligado a oír. Y la blanca plenitud, no era como el viejo interludio y sí, una morena de finos tobillos que me clavó la pena de un pecho punzante en el que creí, y que no me dejó más que el remordimiento de haber visto nacer la luz sobre mi soledad".

Estos párrafos son de una película que se llama Léolo, pura poesía. Una recomendación de mi marido. Y vine hoy porque me apetece reflexionar sobre cómo destrozar las máscaras de nuestras creencias. Siempre nos contamos historias internas. El traqueteo del tren nunca cesa, te traslada del pasado al presente, del futuro al presente. Hay días en nuestras vidas que necesitamos responder varias preguntas, ¿de dónde venimos? ¿hacia dónde vamos?, o simplemente ¿quiénes somos?
Cada día estoy más convencida que sólo cuestionando las creencias con las que hemos ido creando nuestra identidad, llegamos a ser un poco más libres. A veces seguir las luces que nos dibuja una voz en off interna es una oportunidad para ser valientes y tener confianza. A veces nuestros miedos se convierten en una balsa de aceite, navega como un Prestige. “¡Ojalá vivas todos los días de tu vida!” (Jonathan Swift)
El sábado estaba en la playa en familia y una conversación me volvió a hacer saltar los fusibles de mi mente. Volví a tomar conciencia de que no puedo seguir construyendo presente de la manera en la que lo había venido haciendo. En más de una ocasión, alguien nos habrá contado algo similar. Es volver a sentirse aprendiz. Dentro de cada uno/a de nosotros/as está la felicidad, esa dama que buscan desesperada todos los humanos hasta llegar a la muerte.
“Si no lo encuentras dentro de ti, ¿dónde lo encontrarás?” (Alan Watts)
A veces es difícil comprenderlo por medio de la lógica ni razón, es algo similar a una gaviota interna que dicta una nueva regla de oro. Una invitación a la épica y así sólo conseguiremos que la historia no se repita. Ahora toca dar el paso.

Mi cerebro y el juego de la música

En los últimos años, intento detenerme en todo aquello que tenga que ver con la música y su enigmática relación con lo más profundo del ser humano. Tu Cerebro y la Música, de Daniel J. Levitin (trabajó como productor musical con músicos de la talla de Santana, y ahora es catedrático en la Universidad de McGill, en Canadá, donde dirige el laboratorio de percepción musical y cognición, me tiene intrigada. Recurriendo a las últimas investigaciones y con ejemplos de piezas musicales que van de Mozart, Duke Ellington a Van Halen, Levitin desvela multitud de misterios. ¿Qué pasa en nosotros cuando escuchamos una canción? ¿por qué estamos tan emocionalmente unidos a la música que escuchábamos cuando éramos adolescentes? No sé si os ocurre, le pasa a casi el 100% de los mortales que tiene algo en la caja roja, pero hay letras de canciones que nos hacen sonreir o llorar. La música juega un papel muy significativo en las vidas de muchos de nosotros. “La historia de lo que hace tu cerebro cuando oye música es la historia de una orquestación exquisita de regiones cerebrales, en la que participan las regiones más antiguas y más recientes del cerebro humano, regiones tan apartadas como el cerebelo, situado en la parte de atrás de la cabeza, y los lóbulos frontales, justo detrás de los ojos. Se trata de una coreografía precisa de liberación y respuesta neuroquímicas entre sistemas lógicos de predicción y sistemas emotivos de recompensa. Cuando nos gusta una pieza de música, nos recuerda otra música que hemos oído, y eso activa huellas mnemotécnicas de períodos emotivos de nuestras vidas”. La música es el único tren que es capaz de llevarte al pasado, sin pasar por ninguna estación. Es magnífica esta sensación.

Mochilas contra el miedo

La letra con sangre no entra: el conocimiento entra con entretenimiento. Cuando le pregunté a mi nieta si en el cole le enseñaban lo que era la ansiedad y el miedo, me dijo: "Abu, ¿estás de broma?”. Así lo cuenta Punset. Y así es, en nuestra mochila escolar a alguién se le olvidó haber incluido una hoja de instrucciones sobre cómo trabajar en equipo, cómo suscitar emociones, cómo empatizar, cómo vencer los miedos, cómo saber encajar los golpes, cómo saber que nunca puedes ser el número 1, y sobre todo, cómo no derrotar al contrario con gritos, desgastando hasta sus energías. El miedo tiene muchos disfraces como tantas personas tóxicas que no disfrutan con las pequeñas cosas.