Vagón para destrozar la rutina

Se acabaron las vacaciones. Como un barco en alta mar, estos días de descanso y desconexión total han dejado una huella imborrable: mis mejores horas al lado de mi AMI y mi hija Luna, las dos personas que más quiero en este mundo, y por las que siempre tengo lista una maleta repleta de ilusiones. Llevo algunas noches triste y llorosa, pensando que a gustico se está junto a los míos. Mañana tocará subir de nuevo a la noria, pero la gran suerte que tengo es que al llegar a casa me esperarán con un gran abrazo y millones de besos. Esto para mi han sido los grandes momentos de unas jornadas por Galicia, León, San Sebastián, Cauterets y Cala Ratjada. Mar, montaña, azul y verde, silencio e inmensidad, amaneceres y laberintos de placer, deseos interminables y madurez embriagada, sombras con alma, pomadas envenenadas de añoranzas, abrazos amigos y sonrisas amistosas, rimas de canciones teñidas por las cenizas del pasado, ojos iluminados de futuro, bufandas humanas, revoluciones e inyecciones para seguir construyendo niños con canas, que se atreven a volar bajo el cielo que agoniza detrás del espejo. Esta noche me acompañara la Luna, con su saxo y violín para dormirnos en un vagón que destrozará la rutina. Sube el telón.


Las montañas de los Pirineos franceses nos devolvieron balones de oxigeno y el calor para siempre volver.

1 comentarios:

Joana dijo...

Precioso, Cheska, como todo lo que escribes.
Te seguiré desde casa.
Besos
Joana

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