Educar, una cartera sin instrucciones

Luna ha comenzado a ir a la escoleta. La verdad que es difícil hacerse a la idea de los pensamientos que se la pasarían en su primer día en los que Teresa, la mujer que la cuida desde los 6 meses, la dejó allí en un lugar con desconocidos. Me muero sólo de pensarlo. Dice su profesora que le cuesta relacionarse. Mira y remira todo lo que hay en su nuevo habitat, aunque sólo sean unas horitas. Confío en que allí vaya descubriendo los primeros railes del camino que es la vida. Alguién dijo una vez que educar es templar el alma para las dificultades de la vida. Prueba, error y acierto. Y así, sin manual de instrucciones, su padre y yo nos adentramos en el laberinto de la educación intentando inculcar los valores más preciados a Luna. Viajar, leer, pasar una mañana en el parque del barrio, mirar morir el sol, ir de museos, decir la palabra mágica: por favor y gracias; ir al teatro y concierto, guerras de besos y abrazos...

Educar es lo mismo
que poner un motor a una barca...
hay que medir, pensar, equilibrar...
... y poner todo en marcha.
Pero para eso,
uno tiene que llevar en el alma
un poco de marino...
un poco de pirata...
un poco de poeta...
y un kilo y medio de paciencia concentrada.
Pero es consolador soñar
mientras uno trabaja,
que ese barco, ese niño
irá muy lejos por el agua.
Soñar que ese navío
llevará nuestra carga de palabras
hacia puertos distantes, hacia islas lejanas.
Soñar que cuando un día
esté durmiendo nuestra propia barca,
en barcos nuevos seguirá
nuestra bandera enarbolada"
(Gabriel Celaya)

1 comentarios:

Yok 70 dijo...

Esto se lo has copiado a mi hermano, el gruñón, según tú. A lo mejor no lo es tanto. Alguien que tiene corazón para mandarte este poema, no puede ser tan duro ¿verdad?

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