Lo más liberador que existe en esta vida es romper con los propios esquemas. De repente, el mundo se vuelve más ancho. Es la experiencia más confortable posible. A veces hay que salirse del círculo que hemos defendido a capa y espada. Y no pasa nada. Había una vez un roble en la orilla de un río. A los pies del roble crecía una caña. Todos los días, el roble reprendía a la caña por doblarse a un lado y a otro según soplara el viento. "Mírame a mí, cañita", decía el roble. "Observa cómo no me doblego ante nadie, porque soy un roble y soy fuerte". La caña no decía nada; no valía la pena. Una noche hubo una tormenta terrible y el viento sopló ferozmente, con mucha más fuerza que de costumbre. Al amanecer, el roble estaba partido en dos, pero la cañita seguía en pie, meciéndose bajo la luz del sol. A tomar nota.
0 comentarios:
Publicar un comentario