[fragmento de una entrevista en La Vanguardia, de Víctor M.-Amela a Edurne Pasabán, la mejor montañera de la historia: “Un amor imposible me convirtió en himalayista”].

“Tengo 37 años. Nací en Tolosa y vivo en San Sebastián. Soy ingeniera y MBA por Esade. Subo montañas: soy la primera mujer en coronar los 14 ochomiles del planeta. Estoy soltera y sin hijos. No me interesa la política. De tanto ir a Nepal se me está pegando el budismo.

-Ha subido a lo más alto.


Aunque yo no me sintiera en lo más alto.

-¿No?En mi vida diaria me he sentido muy poquita cosa, y he intentado suicidarme varias veces.

-¿Cómo?
Pastillas, cortándome las venas… y al final llamando siempre al 112, que me salvaba. Quería llamar la atención, supongo…

-¿Cuándo fue eso?
En el año 2006: ya tenía ocho de las catorce montañas de ocho mil metros de la Tierra.

-¿Y qué le pasaba?

¡No quería vivir! No salía de la cama, sentía que no valía nada, no me quería: encerrada a oscuras, no quería ver a nadie… Es tan, tan jodido… Los demás decían: “¡Pero si lo tiene todo!”. Pues yo no lo veía. ¿Cómo llegué ahí?

-Algún conflicto habría, ¿no?En la montaña me transformo: soy toda autoconfianza, seguridad, coraje… ¡Lo que me ha faltado abajo, toda miedos, inseguridades…! Ahora estoy aprendiendo a aplicar mi actitud montañera a mi vida cotidiana…

-¿Por qué confiesa estas inseguridades?
Es parte de mi autoterapia, supongo. Ahora que ya he conquistado las 14 montañas más altas de la Tierra, estoy conquistándome a mí misma: ¡esta es la montaña más alta y más difícil! Pero ahora estoy animada.

-¿Qué le llevó a subir ochomiles?
El amor me hizo himalayista: en mi primera expedición al Himalaya conocí a un alpinista italiano, Silvio, nos enamoramos… Ninguno de mis colegas quiso repetir un ochomil. Pero yo sí: por volver a estar con Silvio.

-Bonita historia...

Fue un amor imposible: él volvía con su esposa al acabar cada expedición. Estuvimos así tres años, de expedición en expedición… Hasta que tuvo otro hijo, y ya no volvió.

-¿Cómo lo vivió usted?
Fue muy duro. Silvio Mondanelli había sido mi acicate, era un crack,el jefe de mi cordada, y yo subía tan confiada… ¿Sería capaz de culminar un ochomil sin él? Dudé de mí, estuve a punto de tirar la toalla…

-¿Y?
Elegí el Cho Oyu… y lo subí. De los catorce ochomiles, el Cho Oyu es el más asequible, eso sí… Pero vi que podía seguir sin él.

-¿Quedan restos de alpinistas en las cumbres?
Si subes al Dhaulagiri pasarás un repecho con el cadáver congelado de un alpinista neozelandés. ¡El gran alpinista es el que sabe darse la vuelta!

-¿Qué quiere decir?

Saber cuándo no puedes seguir es clave: regresas…, ¡y ya habrá otra ocasión! Pero si sigues… quizá acabe todo ahí. La persona valiente es la capaz de retornar y hacerse autocrítica, no la suicida.

-¿A qué ochomil no volvería jamás?
Al K2. Es la cima más complicada. También ofrece la vista más espectacular.

-¿Daría un consejo a un lector deprimido y a su entorno?
Sólo hay un consejo: cree en ti. ¡Nadie puede hacer nada por ti! Sólo tú. Y al entorno: estar ahí… y paciencia. No le pidan nada al deprimido, le harán sentir más culpable…

-¿Qué planes tiene ahora?
Subir al Everest sin oxígeno, en abril, porque es el único ochomil que hice con oxígeno. Y recuperar mi vida, ser la heroína de mi vida: me gustaría tanto tener hijos…

-¿Está ahora enamorada?
Creo que sí.

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